Esperando el oasis

20 Ago

En vez de pensar tanto, tanto en lo que se viene, ¿Porqué no pensar también en dónde estoy hoy? A veces, pienso que nos pasamos la vida esperando y esperando que llegue algo bueno que anticipamos. Entre tanta espera podemos olvidarnos de porqué queremos lo que queremos, o quizás, entre tantas expectativas cuadriculadas cerremos los ojos a todo lo bueno que tenemos hoy.

Que tan importante es, entonces plantarnos frente a la vida, abrir los ojos, cuestionarnos, tener miedo, ganar certezas, construir…siempre moviéndonos, pero siempre en el hoy, valorando, aprendiendo y amando todo lo bueno que nos toca.

¿Será el oasis hacia el que caminamos agua de verdad o simplemente un espejismo fruto del aburrimiento y del cansancio?  o quizás, pensamos que es un oasis solo porque, tan empecinados en mirar muy, muy al frente nos olvidamos de mirar lo bueno que tenemos a los costados.

Michelle.

pd, Me voy de intercambio asique capaz desaparezco por unos meses, en cambio, voy a escribir acá.

La fe en medio de la incertidumbre

5 Jul

Publicado en la edición de mayo 2013 de la revista Misión.

Escribiendo esto me siento la persona más hipócrita de todas. Una vez más estoy en un bajo de fe, uno de esos momentos en los que no me mueve nada, la palabra Dios- desde el punto de vista emocional- me resulta indiferente, las preocupaciones del día a día me sobrepasan y me hacen difícil hacerle un espacio a lo más importante. En un mundo en el que todo hay que sentirlo y vivirlo al máximo siempre, esto es grave. La fe, se supone, tendría que ser un desborde constante, una llama que arde siempre fuerte en mi corazón.

Con el tiempo aprendí- y sigo aprendiendo- que tener fe no es un sentimiento y que, de hecho, cuanto menos siento descubro que más fe tengo. Porque tener fe es más que nada confiar. Confiar en que más allá de todo Dios tiene un plan para nosotros, confiar en que detrás de cada cruz hay una esperanza, confiar en que la vida vale la pena, confiar en que Jesús se encuentra siempre en el que tengo al lado. Esa confianza es la que nos hace caminar, descubrir, luchar contra todo tipo de incertidumbre, porque el fondo sabemos, que tarde o temprano va a llegar la respuesta.

Hay días en los que estoy cansada, y solo puedo decir “Estoy acá, Jesús, te espero”, otros lo busco como loca caminando y caminando sin saber bien a donde voy, algunos más desbordo de amor y alegría, queriendo compartir aquello que tanto me cautiva. Estos últimos días son para mí un regalo, una certeza de que Dios está que me mueve a buscarlo cuando lo siento lejos y llena de confianza en que vale la pena seguirlo. No puedo decir que tengo fe en esos momentos, Dios está, es una presencia tan incuestionable como la del que tengo al lado. Pero sí, puedo asegurar, que esos momentos nutren mi fe en momentos de inercia y me animan a seguirlo siempre.

¿Pero qué es precisamente esa fe? Para mí, tener fe en Jesús es ir por la vida siempre dispuesta a maravillarme, a encontrar trazos de eternidad en cada esquina, a sentir que mi vida se ensancha en cada encuentro, porque me siento en presencia de algo que es tan más grande que yo, pero de lo que de alguna manera soy parte. Tener fe es reconocer que vivimos rodeados de misterio, pero que, de alguna manera podemos comprenderlo, cuando nos sumergimos en él. También es sembrar alegría, esperanza, caridad y todo aquello que Jesús nos enseñó en su vida. Es comprometernos con ser luz, o por lo menos intentar serlo, hasta cuando parece que nos devoran las tinieblas. Sobre todo, es estar abiertos a los planes que Jesús tiene para nosotros, a encontrar su voluntad en todo lo que nos toca y estar preparados para una vida llena de sorpresas.

Tener fe es algo hermoso y apasionante. Lo digo incluso hoy, cuando me gustaría estar sintiendo más.

Michelle.

Algunas frases hechas sobre el aborto

20 Jun

Todos los que me conocen saben que estoy en contra de la legalización del aborto. Sin embargo, en estos últimos años, después de miles de discusiones muy poco fructíferas, me callé un poco, me limite a la hora de hablar del tema con la pasión que me caracterizaba. Un poco porque me cansé de no llegar a nada (en estos temas usamos razonamientos tan paralelos y partimos de supuestos tan distintos que es complicadísimo llegar a puntos en común), y otro poco porque muchas veces creo que nos alejan de la cuestión de fondo: los abortos pasan, y, por lo menos yo, quiero evitarlos. Sin embargo, la predominancia que tuvo el tema en estas semanas, me hizo reflexionar sobre las miles de incoherencias que existen, y de discursos prefabricados y frases hechas, que en vez de sumar, restan.

En primer lugar voy a ser un poco autocrítica y decir que me choca la expresión “sí a la Vida”, o la definición de ‘pro vida’ para definir a alguien en contra de la legalización. Yo misma la uso muchas veces para identificar mí postura, pero me molesta que la gente la saque solo cuando llega el momento de votar o manifestarse. ¿Qué pasa todos los demás días en los que las mujeres efectivamente abortan? ¿Qué pasa con las mujeres que mueren por practicarse abortos en malas condiciones? Este último punto sé que le da un par de motivos para que gente ‘del otro lado’ se defina a favor de la vida. Personalmente creo que ser pro vida es atacar los motivos que causan abortos, buscar soluciones para proteger tanto la vida de la madre como la del hijo (en este sentido me parecen muy interesantes los argumentos de la organización Feminists for Life), y comprometerse diariamente (no solo cuando las papas queman) por ello. No tomarse la pastilla de que el aborto existe o no dependiendo de su situación legal.

También me molesta la expresión “pro choice” o “el derecho de las mujeres a elegir” ¿Eligen realmente las mujeres? Se puede argumentar que en algunos casos sí, pero ¿Qué tienen para elegir las que se les plantea tener un hijo o dejar de lado su futuro profesional? O ¿Tener un hijo o sumirse en la pobreza? ¿Qué tiene para elegir quien aparentemente no tiene opción? ¿O quienes tuvieron una educación sexual lamentable y no tienen control sobre los métodos anticonceptivos que usan? (Sobre este tema también recomiendo los argumentos de Feminists for Life). Si reivindicamos el derecho a decidir, deberíamos habilitar nuevas y variadas opciones (mejorar las leyes de adopción y exigir leyes que protejan a la maternidad, por ejemplo). Se habla mucho de que las mujeres pobres están condenadas a métodos abortivos poco sanitarios y que las mujeres ricas tienen mejores opciones, ¿no pasa lo mismo con ser madre?, ¿No se estará convirtiendo en un privilegio?

Sobre este tema me gustaría precisar que siempre se deja de lado a los hombres del discurso, sé que es un tema delicado y difícil, más teniendo en cuenta que es la mujer la que tiene al bebé adentro suyo nueve meses, y la que, en muchos casos, tiene que cargar con el estigma de tener una panza cuando las condiciones no son las ideales. Ni que hablar de los padres que se borran, o los que tiran unos pesos para “solucionar” el problema. Pero, ¿No es ese el problema?  ¿El de excluir a los hombres totalmente del discurso y del problema del aborto? Más cuando muchas veces son ellos los que llevan (directa o indirectamente) a las mujeres a abortar, o es la sociedad machista la que pone todo el peso de los hijos sobre las mujeres y la que lleva a que muchas no tengan control sobre los métodos anticonceptivos que usan. Creo que para verdaderamente encontrar una solución que ayude a las mujeres, es fundamental integrar a los hombres al discurso, darles responsabilidad a la hora de aceptar obligaciones y construir la solución. Sé que no es fácil, pero hasta que no lo logremos vamos a seguir condenando a las mujeres a vivir el aborto en soledad.

Podría seguir con frases hechas o discursos que me molestan sobre el aborto, pero no terminaría más. Sé que pueden ser muchas las discrepancias que generen y los puntos flojos de mis argumentos y por eso invito a todos los que quieran a debatir. Sigo convencida de que el mayor problema con respecto al aborto es que el tema se polariza y se evitan ver puntos y preocupaciones en común para buscar soluciones reales, y que la única forma de conseguirlo es poniendo nuestras opiniones sobre la mesa con sinceridad y respeto, sin descalificar a nadie por pensar distinto. Quizás esa sea una de las razones por las que voto el 23 (además de porque creo que más allá de todo el aborto no es una solución lícita en la gran mayoría de los casos), porque quiero que entre todos decidamos, para que aceptando la resolución- le pese a quien le pese- podamos en serio buscar arrancar el problema de raíz.

Michelle.

Más allá de las máscaras

23 May

 

Confieso una cosa, los discursos sobre la diversidad me molestan. No porque no esté de acuerdo en que todos merezcamos un lugar a pesar de nuestras diferencias,  sino porque tienden a reducir el término, lo hacen superficial. Diverso pasa a ser una orientación sexual diferente a la “norma” (y manifestada de una cierta manera), o una minoría étnica o racial. Creo que en el fondo todos esos discursos -de manera inconsciente- obvian lo diverso dentro de lo diverso, y la diversidad que está dentro de cada uno de nosotros.

Si ráscas un poco, todos somos distintos.

Todos tenemos esos mini detalles que nos hacen únicos, diferentes.  A veces parece que esos detalles molestan, ¿Cuántos de los defectos  que nos pesan son de verdad defectos y cuantos son solo eso que nos aparta del molde? Tenemos incorporado el balde de que ser de una determinada forma nos va a hacer triunfar, y si no cumplimos en hasta el mínimo detalle, es un problema. El sistema educativo parece una fábrica más que un lugar donde cultivar mentes; nos llenamos de medicamentos porque ser ansioso está mal y si no estamos todo el día felices (como deberíamos estarlo) algo no está funcionando.

Vivimos en la cultura de lo uniforme, cada cosa dentro de nosotros o dentro de los demás que no se adapta al modelo ideal es un problema o es tan distinta que la encasillamos dentro  de categorías bien delimitadas, o en molde de “lo diverso” para sacarnos el problema de encima.

¿Cuánto más lindo será valorar lo que tenemos de distinto? ¿O canalizar lo que nos inquieta para convertirlo en algo positivo?

Creo que cada uno tiene algo único para dar. Algo que si no lo damos nosotros nadie lo va a poder dar de la misma manera. ¿Porqué desperdiciar tanta energía queriendo ser todos iguales? ¿Porqué exigirles a los demás que sean iguales a nosotros cuando podrían dar mucho más siendo como son?

Mejor sería buscar ser auténticos, valorar a cada uno por lo que es y no esperar que la gente sea lo que no tiene que ser. Descubrir, en medio de todo, lo que de verdad nos une y los objetivos comunes para los que podemos ofrecer nuestras virtudes.

Si rascás un poco, todos somos distintos. Si rascás un poco más somos todos los mismos.

Lo que Clarita me dejó

25 Abr

 

Siempre me dio un poco de pudor escribir sobre personas que no conozco personalmente, o que conozco pero no lo suficiente. Me siento un poco atrevida, y me invade el temor de hablar de más, o de sin querer, decir alguna mentira.

Pero a Clarita la sentía cerca. Tan cerca cómo sé que la sentíamos muchos de los que seguimos, aunque sea un poco, su carrera. No creo que solo se deba a que venimos de lugares parecidos – mismo barrio, mismo colegio, ella era periodista y yo aspiro a serlo- sino porque ella era así, se mostraba tan cercana, tan auténtica que si algún día me la hubiera cruzado por ahí me hubiesen dado ganas de abrazarla y decirle gracias, por más ataque de vergüenza que luego me impidiera hacerlo.

Me inspiraba, y por eso siento la necesidad de hacerle un mini homenaje.  Me invitaba a vivir mi profesión con pasión, y con verdadera vocación de servicio, y a animarme a irradiar alegría. En un mundo y un medio en el que la seriedad está sobrevalorada,  y los felices son tildados de ingenuos, lo suyo era un acto de valentía. Su alegría no era una máscara, era el reflejo de alguien transparente, de alguien que se animaba a aceptar lo que le toca y abrazar a la vida más allá de todo. Sonreía con la voz.

Por eso su partida me llena de tristeza. Tristeza ante quien se va demasiado pronto, y tristeza por la colega que siempre quise y nunca pude tener. Cuanto me hubiese gustado conocerla, o tener la oportunidad de entrevistarla…

Ante esa tristeza me nace un compromiso, compromiso de buscar ser un poco más como ella, de transmitir lo que transmitió, y de hacer que ella viva a través de los que la seguimos. Ese compromiso que nace después de que alguien que queremos mucho nos hace experimentar la fragilidad de la vida, pero nos deja tanto que nos invita a vivir al máximo, honrando todo lo que podamos ese milagro que es vivir.

Un beso grande a toda su familia y amigos,

M.

Sembrando esperanza

1 Abr

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29/03/2013

Hace un tiempo me enseñaron que las fiestas no se recuerdan, se reviven, imprimiendo en ellas el sello de nuestros tiempos y el de toda la historia de los hombres.

Hoy Jesús muere. Crucificado en cada niño con hambre, en cada anciano abandonado, en cada depresión, en cada soledad.

Jesús muere cada vez que los hombres dejamos entrar el mal antes de hacer el bien. Cada vez que el pecado se vuelca en almas inocentes.

Pero también resucita. Resucita en cada sonrisa, en cada abrazo, en cada pequeño o gran acto de amor que regalamos, sembrando un poco de esperanza en este mundo.

La resurrección se hace viva cada vez que mostramos que el amor es más fuerte. Que el amor vence todas las heridas. Que el amor llena el vacío de la incomprensión.

Claro que van a ser miles los momentos en los que vamos a caer. En los que nos vamos a dormir. En los que vamos a tener miedo. En los que los muros y la violencia de otros nos van a paralizar o hacer pagar con la misma moneda.

Pero lo importante es levantarse. Y confiar.

Confiar en que si, aunque sea un poco, nos disponemos a imitar a Jesús en su camino hacia la cruz podemos sembrar un poco de eternidad en el mundo.

¡Felices Pascuas de Resurrección!

M.

Lo que la Pascua promete

26 Mar

¡Me encanta Semana Santa! Es una oportunidad para dejarnos transformar, librarnos de lo accesorio, y renovar la esperanza. Año a año la celebración es la misma, pero nosotros somos distintos, revivimos el camino de Jesús hacia la Cruz encontrando algo nuevo que nos ayude a ser mejores.

Si bien para muchos cristianos esta Fiesta (la más importante para nuestra Fe) pasa desapercibida o camuflada, estoy convencida que después de descubrirla nadie puede permanecer indiferente.

Es una invitación a crecer en autenticidad

La Pascua es una invitación a ser auténticos, a resucitar a lo verdadero, descartando lo accesorio, a aceptar nuestra realidad y construir a partir de ella. Hay tantas cosas que nos impiden alcanzar nuestro máximo potencial, dando lo que verdaderamente tenemos que dar. Cuando superamos una barrera, aparece otra que nos vuelve vulnerables o nos avergüenza. Es tanto lo que nos gustaría esconder en un cajón, o lo que nos da miedo enfrentar por no podernos hacer cargo de las consecuencias. Sin embargo, a través de su ejemplo Jesús nos enseña a construir a partir de lo que somos, a ofrecer nuestra vida por completo, confiando en que Dios va a poder transformarla en algo bueno.

Es una invitación para Amar

Cada año me convenzo de que la Pascua no puede resultar indiferente a nadie, incluso a quienes no creen. Tiene que transformar a los cristianos y, siguiendo el nuevo mandamiento de Jesús, reflejarse en Amor para todos, un amor que va más allá de las paredes de la Iglesia y nos invita a abrirnos a los demás. A ofrecerles lo que tenemos. A descubrir a Dios en el otro y devolverle la dignidad de sentirse Persona. Obvio que cuesta, y más cuando nos enfrentamos a muros de todo tipo y color, o cuando nuestras experiencias pasadas y presentes nos hacen precavidos. Pero estoy convencida de que el Amor transforma, que mucha de la violencia nace a raíz de la incomprensión y la falta de amor, convirtiéndose en un círculo vicioso que de alguna manera hay que frenar.

Es una invitación a la esperanza

Por donde se mire la vida de Jesús es una invitación a tener más esperanza. A confiar que de todo lo malo, si tenemos paciencia, puede nacer algo bueno y se puede aprender. A sentirnos acompañados, porque ¿Cómo no va a entender nuestro sufrimiento el hombre que, siendo inocente, sufrió la máxima humillación y vio volcado sobre sí todo el mal de la humanidad?

Sobre todo es una oportunidad de reconocer nuestras limitaciones (después de todo la misma Iglesia fue fundada por las manos de hombres imperfectos y Dios mismo se hizo hombre para sentir las debilidades de ser humano), y año a año, intentar superarlas. Buscar ser un poco mejores y más felices.
Hay quienes -muchas veces con cinismo- se quejan de una Iglesia llena de pecadores. No entienden que es a ellos a los que Jesús fue a invitar, los sanos no necesitan médico. Más grave sería, ver una Iglesia quieta, llena de personas que se quedan con su debilidad y no buscan enfrentarla, acercándose, así, cada vez más al amor, la esperanza y la autenticidad que la Pascua promete.

¡Feliz Semana Santa!

M.

Seguir caminando

22 Mar

Soy de aquellas personas a las que les gusta sentir todo, estar siempre bien arriba, o armar un melodrama, para después reírme. No se me dan los puntos medios. El desierto de no sentir nada llegó a darme miedo, como si en él, todo es fuera posible y yo quedase desprotegida y expuesta a agarrar todo lo que me hace mal.

Por eso creo que mis peores crisis de fe se dieron en momentos en los que era incapaz de sentir, que todo me resultaba indiferente. Al tiempo- por suerte- venía un shock, una experiencia fuertísima que me dejaba bien arriba y sacaba todo tipo de duda.

No creo que sea la única a la que le moleste mucho “no sentir nada”,  vivimos superestimulados con mensajes de que las cosas “hay que sentirlas”,  que hay que vivir al máximo y ese vivir se traduce solo a las emociones y a los sentidos. Tanto así que la incapacidad de sentir muchas veces lleva al vacío o a la depresión. Si no lo sentimos, no vale. No hay ideas, cosas por las que vivir.

Hay una canción de misa que dice “para que mi amor no sea un sentimiento” (en mi Getsemaní). Confieso que en algún momento me confundió, ¿Si amar no era sentir entonces qué era? Con el tiempo fui aprendiendo.

Amar es mucho más que sentir, es actuar, valorar, entender y muchas cosas más que difícilmente se pueda poner en palabras. Tiene que ser más, de lo contrario sería un simple capricho.

Lo mismo pasa con vivir, o tener fe. De hecho, analizando mis “bajos de fe” me doy cuenta que cuanto menos siento, más fe tengo. Porque tener fe (en cualquier cosa) es confiar, y actuar en consecuencia. Claro que en muchos casos esa confianza parte de un sentimiento fuerte que en algún momento tuvimos, o de un encuentro inexplicable, o de algo que razonamos y que nos cerró (o todo esto junto), pero nunca es emoción pura.

Obviamente me encantaría ser una bola de energía todo el día bien arriba con ganas de hacer cosas. Pero a veces no queda otra que acordarme. Acordarme de lo un día me ilusionó, me emocionó, me motivó. Más que nada acordarme de en que creo y por qué cosas vale la pena luchar. Y meterle para adelante. Seguir caminando, no por inercia, sino porque hay algo que me mueve.

Seguramente en medio de esa caminata, volvamos a encontrar eso que tanto buscábamos.

¿El poder de las palabras?

11 Feb

Oveja Negra

Voy a ser políticamente incorrecta y decir que el caso Tania Ramirez me tiene cansada. No porque no me parezca gravísimo que maten a palos a una chica hasta el punto de dejarla internada , sino por la lamentable forma en que, en muchos casos lo trataron los medios, consiguiendo, en una suerte de síndrome Intrusos, declaraciones de cuanto pariente lejano e indignado de los dos bandos se cruzaron, discutiendo hasta el cansancio los pormenores de una pelea de boliche (si fue racismo, si no, quién relajó antes a la otra, si le dijo chango, etc.). Me parece que entre tanto periodismo barato se pierde lo que de verdad es importante, y lo bueno que puede salir de todo esto.

Lo bueno es que las cosas se hablen, los problemas de verdad, y no los pormenores de un caso individual que en vez de aportar, distraen.

En este caso el tema en boca fue la discriminación.

Quizás no todos veamos discriminación en los mismos hechos, pero la realidad es que, en mayor o menor medida, todos la padecemos. Somos víctimas y victimarios muchas veces sin saberlo. Se nos juzga por nuestro barrio, nuestra religión, nuestro color de pelo, nuestro color de piel, la cantidad de buenas o malas obras que hacemos, nuestra clase social. Por más que pontifiquemos en contra de la discriminación, no creo que nadie esté totalmente libre de ella. Específicamente cuando surgió el «episodio Tania», vi como muchos quienes públicamente despreciaron a mi religión más de una vez, hablar pestes sobre los racistas, o aquellos que discriminan. Obviamente es más fácil practicar el síndrome yo-yo y ver donde más nos duele. Yo también juzgo, y discrimino. Muchas veces de manera inconsciente, sin querer. Otras como mecanismo de defensa (cómo olvidar aquel día en que intenté no juzgar a unos chicos de aspecto «plancha» y me robaron, difícil es salir de esa.).

La realidad es que los prejuicios duelen, no solo a sus víctimas, sino que, más que nada a quienes los poseen. Sentir el prejuicio de algo de lo que somos sobre nuestra espalda, nunca es bueno y hasta puede llevarnos a sentirnos avergonzados de lo que somos o a querer ocultarlo. Pero tener prejuicios veces evita que aprendamos de los demás y que descubramos a más de una persona que vale la pena. La diversidad siempre enriquece  y más de una vez, podemos descubrir lo mucho que, a pesar de todo, tenemos en común. La mejor manera de combatir los preconceptos es aceptar que están ahí y ver de dónde nacen. Por lo general creo que son un mecanismo de defensa, nacen del miedo, a lo desconocido, a que cambie el status-quo o de repetir alguna mala experiencia en el pasado.

Seguramente muchos habrán escuchado sobre la campaña que busca eliminar del diccionario de la Real Academia Española la expresión «trabajar como un negro». Si bien creo que es una campaña bienintencionada y efectiva en el sentido de que generó discusión sobre un tema, creo que está equivocada. No podemos meter el problema abajo de una piedra y pretender que no existe. Tampoco conviene cortar las ramas, olvidándonos de las raíces. Creo en el derecho de los colectivos a defender sus derechos y gritar cuando algo los ofende (después de todo es la única manera de que muchos se enteren de la carga de sus palabras). Pero la discriminación más dura y más dolorosa es aquella que se esconde en las intenciones y en la mente de aquellos que la practican. Y no se borra eliminando expresiones y palabras. De hecho, quizás, las palabras sean el testimonio más fuerte de aquello que existe, y eliminarlas sería hacer de cuenta que algo que está, no está, haciéndolo mucho más difícil de identificar y de combatir.

Por eso todo lo «políticamente correcto» me genera un cierto rechazo; no solo nos lleva al riesgo de convertir nuestras opiniones y palabras en algo insípido y prefabricado, sino que conduce a una falta de sinceridad. Muchas veces evita que identifiquemos los problemas, o que discutamos los temas ante el miedo de caer en incorrección de algún tipo. Prefiero que expresen su odio, o su rechazo, o su miedo. Prefiero dejar de tratar al que discrimina o practica algún tipo de incorrección como un «monstruo» y horrorizarme cuando yo también discrimino. Mejor aceptarlo, tratarlo como algo muy indeseable pero natural. Y así entender las causas, y saber de verdad contra qué combatimos.

M.

¡Hola 2013!

26 Ene

https://nificcionnirealidad.wordpress.com

¡Otro año más! y con él nuevas recapitulaciones y resoluciones. No me gusta la idea de que todo pueda cambiar de un día para el otro, y hace tiempo que dejé de creer en las soluciones mágicas (por más que de vez en cuando me gusta creer que hay cosas asombrosas a la vuelta de la esquina); pero tomarse un tiempo para bajar un cambio, ver donde estamos parados, y a donde queremos llegar nunca viene mal. Aunque muchas de las metas que nos propongamos parezcan difíciles de alcanzar soy de la teoría que es mejor plantearse las cosas y hacer nuestro mejor esfuerzo para que salgan que ni siquiera pensarlo.

Este año fue un poco distinto a los anteriores, y no solo porque- por primera vez desde que recuerdo- arranqué el año con una casi megatormenta. Me dí cuenta de muchas cosas que se perdieron por el camino, y que- quiera o no- estoy de a poquito entrando al mundo de los adultos.

Por más que jorobe más de una vez con que sufro de síndrome Peter Pan me parece que no tengo miedo a crecer. Sí, me da un poco de nostalgia lo que queda atrás, pero en medio tanto cambio me motiva a pelear para que permanezca lo que de verdad vale la pena.

Algo que sentí que cambió  bastante este año fue mi manera de encarar mis resoluciones de fin de año (que siempre intento hacer, por más que se que en muchos casos a la hora de cumplirlas me quede corta). La verdad que, en estos momentos en los que se supone que debería tener las cosas un poco más claras y mi «vida» un poco más armada, no tengo ni idea como va a terminar mi año, ni como quiero que termine. Las dudas sobre el futuro no dejan de aparecer, e incluso en relación a las metas en las que estoy un poco más convencida siento que nada es seguro, que planteármelas solo significa poner mi máximo esfuerzo y dejar que Dios- si es su voluntad- haga lo suyo. Cada vez son menos las cosas que dependen solo de mí.

Lejos de ver esto como algo negativo, creo que si tomamos la incertidumbre con la actitud correcta puede hacer de la vida un poco más fascinante y abrirnos a todas sus posibilidades. ¡Qué aburrida sería la vida si pudiéramos planear todo y tenerlo bajo nuestro controlPor eso una de mis resoluciones es dejar que la vida me sorprenda siempre. Porque a pesar de que odie las soluciones mágicas, la niña que sigue en mí sigue creyendo en la magia. Creo que si nos esforzamos- o capaz dejamos de esforzar- podemos descubrir cosas espectaculares a nuestro alrededor, solo tenemos que estar preparados para disfrutarlas.

También un año más pido seguir creciendo en autenticidad y en sinceridad. Si bien en algunos aspectos siento que me voy afianzando, también surgen las amenazas  las voces disonantes que me quieren sentir menos por no adaptarme a su modelo; a veces por miedo a chocar o a tener que dar explicaciones callo mis verdades, corriendo el riesgo de olvidármelas. En medio de tanta incertidumbre creo que es cada vez más importante cuidar y fortalecer lo que somos (que quizás sea lo único sobre lo que tenemos un poco de control) para darle un sentido a todo lo que nos pasa y no dejar que, entre tantas experiencias distintas, la corriente nos lleve a donde ella quiera.

¡Feliz 2013!

♥♥♥

M.