Archivo | julio, 2013

La fe en medio de la incertidumbre

5 Jul

Publicado en la edición de mayo 2013 de la revista Misión.

Escribiendo esto me siento la persona más hipócrita de todas. Una vez más estoy en un bajo de fe, uno de esos momentos en los que no me mueve nada, la palabra Dios- desde el punto de vista emocional- me resulta indiferente, las preocupaciones del día a día me sobrepasan y me hacen difícil hacerle un espacio a lo más importante. En un mundo en el que todo hay que sentirlo y vivirlo al máximo siempre, esto es grave. La fe, se supone, tendría que ser un desborde constante, una llama que arde siempre fuerte en mi corazón.

Con el tiempo aprendí- y sigo aprendiendo- que tener fe no es un sentimiento y que, de hecho, cuanto menos siento descubro que más fe tengo. Porque tener fe es más que nada confiar. Confiar en que más allá de todo Dios tiene un plan para nosotros, confiar en que detrás de cada cruz hay una esperanza, confiar en que la vida vale la pena, confiar en que Jesús se encuentra siempre en el que tengo al lado. Esa confianza es la que nos hace caminar, descubrir, luchar contra todo tipo de incertidumbre, porque el fondo sabemos, que tarde o temprano va a llegar la respuesta.

Hay días en los que estoy cansada, y solo puedo decir “Estoy acá, Jesús, te espero”, otros lo busco como loca caminando y caminando sin saber bien a donde voy, algunos más desbordo de amor y alegría, queriendo compartir aquello que tanto me cautiva. Estos últimos días son para mí un regalo, una certeza de que Dios está que me mueve a buscarlo cuando lo siento lejos y llena de confianza en que vale la pena seguirlo. No puedo decir que tengo fe en esos momentos, Dios está, es una presencia tan incuestionable como la del que tengo al lado. Pero sí, puedo asegurar, que esos momentos nutren mi fe en momentos de inercia y me animan a seguirlo siempre.

¿Pero qué es precisamente esa fe? Para mí, tener fe en Jesús es ir por la vida siempre dispuesta a maravillarme, a encontrar trazos de eternidad en cada esquina, a sentir que mi vida se ensancha en cada encuentro, porque me siento en presencia de algo que es tan más grande que yo, pero de lo que de alguna manera soy parte. Tener fe es reconocer que vivimos rodeados de misterio, pero que, de alguna manera podemos comprenderlo, cuando nos sumergimos en él. También es sembrar alegría, esperanza, caridad y todo aquello que Jesús nos enseñó en su vida. Es comprometernos con ser luz, o por lo menos intentar serlo, hasta cuando parece que nos devoran las tinieblas. Sobre todo, es estar abiertos a los planes que Jesús tiene para nosotros, a encontrar su voluntad en todo lo que nos toca y estar preparados para una vida llena de sorpresas.

Tener fe es algo hermoso y apasionante. Lo digo incluso hoy, cuando me gustaría estar sintiendo más.

Michelle.