Archivo | junio, 2012

El Amor Kamikaze

6 Jun

Cuestiones de la vida. Queremos que nos quieran. Y no de cualquier manera, sino que de una en especial. Creo que de todas las relaciones que tenemos o que proyectamos esperamos algo. De manera conciente o inconciente queremos ocupar un lugar en la vida de las personas, no cualquiera: amigo, novio, persona a la cual saludamos de vez en cuando, etc. Es como que cada persona fuese un objeto para llevar a cabo alguna necesidad. Aunque suene mal.

Hace poco leí un libro que decía que no es la naturaleza del amor forzar una relación, pero si es su naturaleza abrir el camino. Creo que así se soluciona la cuestión. Las relaciones pasan como tienen que pasar. Obvio que implican que pongamos algo de nosotros, que abramos el camino, pero no que las forcemos, que las moldeemos a nuestras necesidades y caprichos infantiles, sino que simplemente nos abramos a la otra persona y pongamos nada más ni nada menos que lo que tengamos que poner. Muchas veces pensamos que conviene tener un tipo de relación con una persona y la vida nos muestra que lo mejor era algo distinto.

No es fácil el tema: los caprichos infantiles siempre andan por la vuelta, ni que hablar de los muros. Cada uno tiene sus muros que le pone a la gente por miedo a ser lastimado. A su vez, hay personas (o tipos de personas) de quienes nos cuidamos porque nos lastimaron y quizás del todo, no supimos perdonar, o algo quedó mal.

De igual manera siento que todos estamos llamados al Amor Kamikaze, ese querer con toda a todos, mandarnos de cabeza y morir en el camino (porque en el Amor, ese de verdad, no existe el Yo). Esto no implica ser estúpidos, ni ser amigos de todos, ni ir por la vida abrazando a todo el mundo. Simplemente quiere decir que estemos abiertos al otro, que no seamos presos del odio o del miedo y que valoremos y respetemos a la gente más allá las patadas al ego que nos pueden haber dado.

Como persona de fe, veo claramente el ejemplo de esto en la muerte de Jesús, quien, a pesar de todo el odio y humillación, no se cerro a las personas, ni se negó a los demás en un falso orgullo, sino que perdonó a todos, les dio todo su amor y les abrió las puertas a su casa, El Cielo. Sin embargo no creo que este sea mensaje solamente para Cristianos, el odio envenena todos por igual. Personalmente me siento mucho mejor cuando sigo ese ejemplo, aunque me cueste y no hayan sido muchas las veces en que pude derrumbar mis muros y mandarme de cabeza.

Miles de veces nos dejamos llevar por falsos orgullos, creemos que hay personas que “no nos merecen” o que como X persona nos hizo mal la única forma de que obtenga ‘lo que merece’ es odiándola, o estando enojados con ella, de otra manera estaríamos reduciéndonos, ‘perdiendo la batalla’. No podríamos estar más equivocados. El odio esclaviza, además de darles a las personas una trascendencia en nuestras vidas que supuestamente no merecen. El perdón no implica reconciliación, solo implica despojarnos de las emociones negativas, y abrirle las puertas a la persona a reconciliarse con nosotros (y viceversa); creo que son solo las personas que valen la pena(o con quienes tenemos que tener una relación, de cualquier tipo que sea) las que cruzan esa puerta de verdad.

Es que el Amor de verdad necesariamente implica dolor. Si lo pensamos, las personas que más queremos quizás hayan sido las que más nos hicieron sufrir, o por lo menos nos dieron algún tipo de desilusión o enojo. Sin embargo, ¿que pasaría si cada vez que alguien nos hace mal borraríamos a esa persona de nuestras vidas? ¿Perderían ellos si no nos tuvieran a nosotros (según nuestro orgulloso ser ‘La Persona Más Importante del Mundo’)? ¿O perderíamos nosotros sin tener a todas esas personas en nuestras vida? Creo que la respuesta es clara.

31/10/09


M.